Debate Comunista

Reproducimos el siguiente artículo, publicado en larepública.es, como aportación al actual debate en el movimiento comunista

Manifiesto por el ¿socialismo?

 

  • “Si razonamos como marxistas, tendremos que decir: los explotadores transforman inevitablemente el Estado (porque se trata de la democracia, es decir, de una de las formas del Estado) en instrumento de dominio de su clase, de la clase de los explotadores, sobre los explotados. Por eso, aun el Estado democrático, mientras haya explotadores que dominen sobre una mayoría de explotados, será inevitablemente una democracia de explotadores. El Estado de los explotados debe distinguirse por completo de él, debe ser la democracia para los explotados y el aplastamiento de los explotadores; y el aplastamiento de una clase significa la desigualdad en detrimento suyo, su exclusión de la "democracia" (V.I. Lenin).
  • Con sus afirmaciones acerca de la libertad y la democracia “en general” los impulsores del “Manifiesto por el socialismo” vienen a negar la dictadura del proletariado para decirnos: Sin profundización de la democracia burguesa, no hay socialismo. Llevándonos de nuevo a la conocida máxima del eurocomunismo: “dictaduras ni las del proletariado”.
  • Todo debate sobre el “fracaso” de las experiencias del “socialismo real” y sobre cómo construir hoy el socialismo, del que esté usurpada la cuestión de la dictadura del proletariado, de la democracia como una cuestión de clase, es un debate falsario con la única intención de que aceptemos como premisa la democracia burguesa como “democracia para todo el pueblo”.
29 de febrero de 2016

Circula en estos días por la red un texto llamado por sus impulsores “Manifiesto por el socialismo”, impulsado por conocidos miembros de Izquierda Unida, como la eurodiputada Marina Albiol, el concejal de Hacienda del Ayuntamiento de Madrid Carlos Sánchez Mato o el miembro del Consejo Político Federal de IU, Alberto Arregui.
Los impulsores de este manifiesto nos proponen repensar “la izquierda marxista” para “construir la fuerza adecuada para encauzar las aspiraciones de los pueblos y conseguir que la clase trabajadora, sujeto histórico capaz de ofrecer una alternativa de sociedad que supere al capitalismo, disponga de una herramienta útil en sus manos: una forma de organización democrática con un programa de transición al socialismo.”
Sin duda un loable objetivo que compartimos todos los marxistas. Para conseguirlo, los impulsores del manifiesto, nos plantean un importante debate partiendo de que “el intento práctico de transformación socialista en la URSS, Europa del Este, China y otros países ha fracasado” y de que este “Es uno de los problemas más serios a abordar para quienes reivindicamos la validez del pensamiento marxista, pues sin explicar estos procesos, sin comprenderlos, no se puede abrir un nuevo período de la historia de la humanidad.”
Debatir sobre las experiencias revolucionarias históricas, para aprender de sus aciertos y errores. Totalmente justo y totalmente de acuerdo con la necesidad del debate. Pero los impulsores de este manifiesto, lejos de plantear un debate franco y abierto, nos dan ya una respuesta prefabricada:
“La degeneración de los regímenes instaurados tras las revoluciones, su creciente burocratismo y pérdida de la capacidad de control democrático por parte del pueblo trabajador, son la prueba de que un sistema social no exige sólo la superación de la propiedad privada de los medios de producción, sino que necesita la más escrupulosa democracia en todos los terrenos de la vida social. Sin levantar el nivel de vida de la población y sin reducción de la jornada de trabajo no hay socialismo. Sin control meticuloso del aparato del Estado no hay socialismo, sin revocación de los cargos públicos, sin libertad de expresión, de manifestación, sin libertad de partidos… no habrá más que una vuelta al pasado, tal como hemos comprobado en los mal llamados países de “socialismo real”.
Los impulsores apoyan esta “respuesta” en una supuesta cita de Rosa Luxemburgo: “la tarea no es abolir toda democracia, sino construir una democracia socialista, superando la democracia que levantó la burguesía”.
Es decir, el problema de las experiencias  del “socialismo real” es que en ellas no se construyó una “democracia socialista” sino que quedó abolida “toda democracia”, debido al exceso de burocratismo, a  la ausencia de libertad de expresión, de libertad de partidos… Plantear el debate desde aquí es totalmente falsario porque nos da una respuesta preconcebida, desde la visión que la oficialidad burguesa, a  una pregunta que ellos mismos usurpan del debate:
¿En qué consiste la democracia socialista?
La cita completa de Rosa Luxemburgo sobre la que pretenden apoyarse los impulsores del manifiesto es de su obra “Crítica de la revolución rusa” en su página 127 y dice:
“Siempre hemos distinguido el contenido social de la forma política de la democracia burguesa, siempre supimos ver la semilla amarga de la desigualdad y de la sujeción social que se oculta dentro de la dulce cáscara de la igualdad y de la libertad formales, no para rechazarlas, sino para incitar a la clase obrera a no limitarse a la envoltura, a conquistar antes el poder político para llenarlo con un nuevo contenido social. La misión histórica del proletariado, una vez llegado al poder, es crear, en lugar de una democracia burguesa, una democracia socialista y no abolir toda democracia”.
Y más adelante en la página 128 de la misma obra Rosa Luxemburgo aclara:
“La democracia socialista comienza junto con la demolición del dominio de clase y la construcción del socialismo. Comienza en el momento mismo de la toma del poder por el partido socialista; no es otra cosa que la dictadura del proletariado.”
Es bien sabido que Lenin y Rosa Luxemburgo sostuvieron un enconado debate acerca de cómo tomar el poder y cómo construir la dictadura del proletariado. Probablemente de no ser por esas diferencias la revolución en Alemania hubiera podido triunfar igual que en Rusia. Pero Rosa Luxemburgo, como ocurre con los verdaderos revolucionarios, pagó los errores que condujeron al fracaso de la revolución alemana con su vida. Y si es importante aprender de los errores que se cometieron en las experiencias socialistas que triunfaron en la toma del poder por parte de la clase obrera, más importante es aprender de los errores de revolucionarios como Rosa Luxemburgo, que fracasaron en su intento de tomarlo.
En su obra “La revolución proletaria y el renegado Kautsky” V.I. Lenin plantea nítidamente en que consiste la democracia socialista:
Si razonamos como marxistas, tendremos que decir: los explotadores transforman inevitablemente el Estado (porque se trata de la democracia, es decir, de una de las formas del Estado) en instrumento de dominio de su clase, de la clase de los explotadores, sobre los explotados. Por eso, aun el Estado democrático, mientras haya explotadores que dominen sobre una mayoría de explotados, será inevitablemente una democracia de explotadores. El Estado de los explotados debe distinguirse por completo de él, debe ser la democracia para los explotados y el aplastamiento de los explotadores; y el aplastamiento de una clase significa la desigualdad en detrimento suyo, su exclusión de la “democracia”.
Es decir, para  Rosa Luxemburgo la democracia socialista consiste, no en conformarse con la envoltura de la dulce cáscara de la igualdad y de la libertad formales, si no en la toma del poder para construir la dictadura del proletariado. Tanto para ella como para Lenin democracia socialista y dictadura del proletariado son la misma cosa. Con la diferencia de que Lenin resuelve está cuestión de forma sencilla, deshaciéndose de toda manifestación filistea sobre la democracia y la libertad en general: Dictadura del proletariado y democracia socialista son la mismo: La democracia para los explotados y el aplastamiento de los explotadores, mediante su exclusión de la “democracia”.
Sin embargo los impulsores de este “Manifiesto por el socialismo”, pretenden partir de Rosa Luxemburgo, para usurpar del debate la cuestión de la dictadura del proletariado, cosa que ella no hacía, y llegan a la conclusión de que para la  construcción del socialismo es necesaria “la más escrupulosa democracia”. De que “Sin control meticuloso del aparato del Estado, sin revocación de los cargos públicos, sin libertad de expresión, de manifestación, sin libertad de partidos no puede haber socialismo.”
A estos alegatos en defensa de la democracia “en general”, de la libertad de expresión, de manifestación, de partidos, del control del aparato del Estado, la revocación de los cargos públicos… basta con responder que tales libertades “en general” ya existen en muchas democracias burguesas del mundo, en EEUU sin ir más lejos, donde el pueblo puede nombrar y revocar hasta los jueces o al sheriff de su ciudad… Pero de lo que no nos hablan es del carácter de clase de estas estructuras tan libres y democráticas. En definitiva basta con contraponer la famosa cita en la que Lenin, desenmascara a aquellos que hablan de la libertad, democracia, igualdad y socialismo sin situarlo como una cuestión de clase:
“¿Libertad de qué yugo o del yugo de qué clase? ¿Libertad para qué clase?
Aquel que hable de política, de democracia y libertad, de igualdad, de socialismo, sin plantear estas cuestiones, sin darles prioridad, que no luche contra su ocultamiento, encubrimiento y disimulo, es el peor enemigo de los trabajadores, un lobo con piel de oveja, feroz adversario de los obreros y los campesinos, un lacayo de los terratenientes, de los zares y los capitalistas.”
Con sus afirmaciones acerca de la libertad y la democracia “en general” los impulsores del “Manifiesto por el socialismo” vienen a negar la dictadura del proletariado para decirnos: Sin profundización de la democracia burguesa, no hay socialismo. Llevándonos de nuevo a la conocida máxima del eurocomunismo: “dictaduras ni las del proletariado”. Para este viaje no nos hacían falta alforjas…
Las experiencias del “socialismo real”
Pero si a la pregunta ¿Qué es la democracia socialista? Respondemos con algo tan sencillo como: La dictadura del proletariado ¿sirve está respuesta tan sencilla para resolver las cuestiones sobre el fracaso del llamado “socialismo real”? Pues, en realidad sí.
Los documentos de su XXII Congreso el Partido Comunista de la Unión Soviética planteaban un cambio en la naturaleza del Estado soviético, que hasta entonces se había constituido sobre la base de la dictadura del proletariado. Según las tesis de Nikita Jruchov, aprobadas en este XXII Congreso, la lucha de clases en la URSS había sido superada y el Estado soviético dejaba de ser un Estado de dictadura del proletariado, democracia para los explotados y dictadura para los explotadores, y pasaba a ser un “Estado de todo el pueblo”, es decir de democracia “para todo el pueblo”.
Esto originó serias fracturas en el movimiento comunista internacional, que condujeron a la ruptura del campo socialista.
Enver Hoxa, primer secretario del Partido del Trabajo de Albania, en una carta enviada el PCUS el  5 de octubre de 1964, denunciaba «Sus tesis sobre los llamados “partido de todo el pueblo” y “Estado de todo el pueblo” son un gran fraude. No tienen nada en común con el marxismo-leninismo y sirven solamente para preparar el terreno a la restauración del capitalismo.» “
El presidente del Partido Comunista Chino, Mao Tse-Tung, en su texto “Acerca del falso comunismo de Jruchov”, denunció:
«Quienquiera que tenga algún conocimiento elemental del marxismo-leninismo sabe que, como una forma de Estado, la democracia es, lo mismo que la dictadura, un concepto de clase. Sólo hay democracia de clase, y no existe “democracia para todo el pueblo (…) La “democracia para todo el pueblo” de Jruschov es, ni más ni menos, la democracia burguesa, o sea, la dictadura despótica de la camarilla de Jruschov sobre el pueblo soviético. ».
El propio Lenin, en su obra “Sobre el Estado”,  había utilizado ya el concepto de “Estado de todo el pueblo” para identificarlo con la concepción de la democracia propia de los enemigos del socialismo:
«Incluso ahora, cuando las repúblicas socialistas soviéticas han comenzado a combatir el Estado, nos acusan de ser violadores de la libertad y de erigir un Estado basado en la coerción, en la represión de unos por otros, mientras que ellos representan un Estado de todo el pueblo, un Estado democrático.»
Es en este cambio de línea en el PCUS, que había sido hasta ese momento el faro rojo de la revolución, donde  podemos encontrar los orígenes de la degeneración ideológica de la URSS y de buena parte de los Partidos Comunistas de occidente, que más tarde o más temprano renunciaron a la dictadura del proletariado. Este fue el primer paso, como predijo Enver Hoxa, para preparar el terreno para la restauración del capitalismo en la URSS.
Pero de esto parece que no les interesa hablar a los impulsores del “Manifiesto por el socialismo” tal vez porque no están interesados en arrojar luz sobre el supuesto “fracaso” del “socialismo real”, sino en utilizarlo para atacar la dictadura del proletariado.
El debate sobre las experiencias históricas del “socialismo real” debe girar siempre en torno a las cuestiones de clase. Y en las cuestiones de clase en lo que se refiere al Estado, no pueden plantearse más que desde la cuestión de qué clase tiene el Poder del Estado y no de cuestiones sobre la democracia “en general”.  
Todo debate sobre el “fracaso” de las experiencias del “socialismo real” y sobre cómo construir hoy el socialismo,  del que esté usurpada la cuestión de la dictadura del proletariado, de la democracia como una cuestión de clase, es un debate falsario con la única intención de que aceptemos como premisa  la democracia burguesa como “democracia para todo el pueblo”. Un debate que nos deja desarmados, pues no solo no nos permite avanzar dando una respuesta justa a los problemas y errores cometidos en las experiencias del llamado “socialismo real” si no que nos propone retroceder a posiciones que ya en su día llevaron al fracaso en la toma del poder por parte de la clase obrera.